sábado, 3 de septiembre de 2011

Mirada

Miro a mi hijo
y me recorre un escalofrío.
¿Mi tragedia podrá ser su tragedia?

Eso, no.

Miro a mi hijo
y voy a dejar que encuentre la suya.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Rematado


Rematadas las paredes de nogal
y las llaves de luz doradas
y el falso hogar a gas
y las doscientas millones de lechuzas de la mala suerte.

Rematados los sillones verdes de pana
y todas las mesas de mis desayunos,
almuerzos y cenas de los primeros años.

Rematadas las alfombras
y todas las pilladas de Chispita, Bebé, Violeta, Muki, Didí, Colo y Lennon…

Rematado el doble casetera
de mis primeras cintas
para mis primeras novias
y también las últimas.

Rematado el teléfono verde de la llave mágica,
y el blanco con pantalla del comedor.
Y todas nuestras charlas
con todas las palabras
y todos los silencios.

Rematadas las noches de sueños
y las pesadillas.

Rematados los viajes de mamá
y los stickers de Powell
y las risas,
y los abrazos,
y las lágrimas
y las puteadas.

Rematados los pósters de Madonna, rotos en las puntas.
Y las paredes aerografiadas con Lennon y revólveres y rosas.

Rematadas las doscientas mil cervezas
y los ochocientos millones de cafés
y el humo sobre los ceniceros de vidrio, de metal,
de madera, de cerámica, de cenizas.

Rematados los millones de cartones de Chesterfield Light Largos
y las volutas azuladas
explotando en el living
contra la luz de la mañana.

Rematada la tabla Town & Country
y todas esas olas
con más espuma que surf.

Rematados los parafusos y todos los empleados de shoppings de Río de Janerio.

Rematadas las noches en Freedom, Baxter, Rainbow, Cabo Verde, Prix Damí,
las seis horas por día de jónicas y dóricas,
sonando como el primo manco de Stevie Ray Vaughan.

Rematados los cuadritos Africanos de la dude
y toda la ternura de la abuela más buena y dulce del planeta.
Y las uvas sin piel
y los rojos de cien
y los mimos
y las millones de mañanas de “Levantate tomito”,
incluso aquella de las manos en el cuello.

Rematada la traición de los “business friends”
y la presencia en silencio de los verdaderos amigos.

Rematada la mirada emocionada
de un bigote que imagino de pie,
elegante y entero
contemplando lo inexplicable de su propio destino.

Rematada la furia de una mujer,
que ni siquiera pudo morir en el mundo que había construido para ella.

Rematado un pedazo grande de mi vida.

Rematado yo.

lunes, 9 de mayo de 2011

Liz

Es extraño encontrar en Liz todos los días la misma flor.
Cuando nos cruzamos, en Chacabuco o en Piedras,
me es imposible dejar de mirarla.
Cualquiera diría que estoy loco, pero su flor es siempre la misma.
Una flor en el ala del sombrero que no cambia nunca.
Quizás Liz cambie y se ría y llore, pero yo nunca voy a saberlo.
Hoy la vi por última vez, en Chacabuco o en Piedras.
Podé su flor y ella empezó a envejecer hasta morir en mis brazos.

sábado, 7 de mayo de 2011

Anochece

Desde una extraña terraza
en un Madrid de arquitectura comunista
puedo ver cómo un murciélago danza
contra el atardecer anaranjado.

Me tranquiliza la distancia que nos separa,
pero inmediatamente pienso
que desde otra extraña terraza
alguien podría estar viendo
danzar un segundo murciélago.

Doy un paso atrás
y miro sobre mi cabeza.
El atardecer anaranjado
se pinta de negro.

sábado, 30 de abril de 2011

Pepperland

El sol se filtra por las persianas.
Comemos galletitas.
Ella toma la chocolatada que le preparé.
Los malitos azules le tiran bombas a la gente feliz y la dejan dura.
Nos tapamos hasta el cuello, uno al lado del otro.
Vemos Goofy y los Tele Tubbies.
La cama se llena de migas.
El Sargento Pepper sale en busca de ayuda.
Levanto las persianas.
El sol inunda toda la casa.
Hace frío, aunque están prendidas todas las estufas.
Limpio las migas con un trapito húmedo.
El hombre aspiradora se come un árbol.
Todavía estoy en pantuflas.
We all live in the yellow submarine.
Comemos carne con puré y ensalada de frutas con crema.
Tomamos Coca-Cola.
Abril es John Lennon y yo soy Paul (pobre de mí).
Ella se esconde dentro de mi suéter de los malitos azules.
Nos pasamos agua en el pelo, subimos al auto y vamos a la plaza.
Nos reímos con los payasos.
Detrás de un árbol, hacemos pis en el aire.
Ella quiere un perroglobosalchicha.
John, Paul, George y Ringo se bajan del submarino y empiezan a tocar.
En el camino de vuelta a casa, ella se duerme.
Cuando abre los ojos, mamá ya está de vuelta.
En Pepperland, todos felices.

jueves, 28 de abril de 2011

La Soledad del Caracol

Camino por el living
y atravieso mi cuarto
hasta llegar al de los chicos.

El cuarto vacío
es inquietante.
Su ausencia
está por todas partes.

En los juguetes,
en las frazadas,
en las paredes,
en el piso.

Salgo al patio.
Voy hasta la cocina
y me hago unos mates.

Los mates sin Anita
también son inquietantes.

Sala de espera

Los satánicos esperan la llegada del anticristo.
Los católicos, el perdón.
Los vagabundos, el verano.
Los ricos, las vacaciones.
Los melódicos, el último de Dyango.
Los rockeros, sexo y drogas.
Las abuelas, nietos.
Las madres, hijos.
Los pesimistas, la muerte.
Los optimistas, no esperan nada.
Los pobres, un golpe de suerte.
Los desesperados, amor.
Los campesinos, lluvia.
Los citadinos, el fin de semana.
Las palomas, palomos.
Los buitres, fortuna.
Los perros, huesos.
Los choferes de ambulancias, desgracias.
Los médicos, cheques.
Los anarquistas, que reine el caos.
Los paracaidistas, que se abra el paracaídas.
Las amas de casa, que sus hijos no crezcan.
Los enanos de jardín, la noche.
Las viudas, al sodero.
Los soldados, guerras.
Los escritores, ideas.
Los nivelungos, no tengo la menor idea.
Lo hippies, paz.
Los Hare Krishna, que les abran la puerta.
Los cordobeces, que explote Buenos Aires.
Los esquiadores, que nieve.
Las focas, pelotas.
Los jugadores de fútbol, dinero.
Los modernos, novedades.
Las cenicientas, príncipes.
Las pitonisas, señales divinas.
Los policías, pizzas.
Los brasileros, brasileras.
Las brasileras, argentinos.
Los anestesistas, que sus pacientes despierten.
Las contorsionistas, un buen masaje.
Los tragasables, que terminen los trapesistas.
Los impacientes, que llegue el momento.
Los ciclistas, botellitas de agua.
Los espiritistas, espíritus.
Los panaderos, la hora de la siesta.
Los jubilados, la pensión.
Los electrisistas, corriente.
Los atletas, medallas.
Los políticos, coimas.
Las candomberas, a Rubén Rada.
Los intelectuales, un mundo mejor.
Las putas, pijas.
Los japoneses, el próximo modelo de Nikon.
Los argentinos, al amigo que se fue al exterior.
Los pescadores, la marea.
Los surfers, olas.
Yo espero a un payaso, que se tropiece y me haga reír.