miércoles, 25 de mayo de 2011

Rematado


Rematadas las paredes de nogal
y las llaves de luz doradas
y el falso hogar a gas
y las doscientas millones de lechuzas de la mala suerte.

Rematados los sillones verdes de pana
y todas las mesas de mis desayunos,
almuerzos y cenas de los primeros años.

Rematadas las alfombras
y todas las pilladas de Chispita, Bebé, Violeta, Muki, Didí, Colo y Lennon…

Rematado el doble casetera
de mis primeras cintas
para mis primeras novias
y también las últimas.

Rematado el teléfono verde de la llave mágica,
y el blanco con pantalla del comedor.
Y todas nuestras charlas
con todas las palabras
y todos los silencios.

Rematadas las noches de sueños
y las pesadillas.

Rematados los viajes de mamá
y los stickers de Powell
y las risas,
y los abrazos,
y las lágrimas
y las puteadas.

Rematados los pósters de Madonna, rotos en las puntas.
Y las paredes aerografiadas con Lennon y revólveres y rosas.

Rematadas las doscientas mil cervezas
y los ochocientos millones de cafés
y el humo sobre los ceniceros de vidrio, de metal,
de madera, de cerámica, de cenizas.

Rematados los millones de cartones de Chesterfield Light Largos
y las volutas azuladas
explotando en el living
contra la luz de la mañana.

Rematada la tabla Town & Country
y todas esas olas
con más espuma que surf.

Rematados los parafusos y todos los empleados de shoppings de Río de Janerio.

Rematadas las noches en Freedom, Baxter, Rainbow, Cabo Verde, Prix Damí,
las seis horas por día de jónicas y dóricas,
sonando como el primo manco de Stevie Ray Vaughan.

Rematados los cuadritos Africanos de la dude
y toda la ternura de la abuela más buena y dulce del planeta.
Y las uvas sin piel
y los rojos de cien
y los mimos
y las millones de mañanas de “Levantate tomito”,
incluso aquella de las manos en el cuello.

Rematada la traición de los “business friends”
y la presencia en silencio de los verdaderos amigos.

Rematada la mirada emocionada
de un bigote que imagino de pie,
elegante y entero
contemplando lo inexplicable de su propio destino.

Rematada la furia de una mujer,
que ni siquiera pudo morir en el mundo que había construido para ella.

Rematado un pedazo grande de mi vida.

Rematado yo.

lunes, 9 de mayo de 2011

Liz

Es extraño encontrar en Liz todos los días la misma flor.
Cuando nos cruzamos, en Chacabuco o en Piedras,
me es imposible dejar de mirarla.
Cualquiera diría que estoy loco, pero su flor es siempre la misma.
Una flor en el ala del sombrero que no cambia nunca.
Quizás Liz cambie y se ría y llore, pero yo nunca voy a saberlo.
Hoy la vi por última vez, en Chacabuco o en Piedras.
Podé su flor y ella empezó a envejecer hasta morir en mis brazos.

sábado, 7 de mayo de 2011

Anochece

Desde una extraña terraza
en un Madrid de arquitectura comunista
puedo ver cómo un murciélago danza
contra el atardecer anaranjado.

Me tranquiliza la distancia que nos separa,
pero inmediatamente pienso
que desde otra extraña terraza
alguien podría estar viendo
danzar un segundo murciélago.

Doy un paso atrás
y miro sobre mi cabeza.
El atardecer anaranjado
se pinta de negro.